Los avances de la Revolución Industrial se pagaron con el sufrimiento de la gente. Las personas que trabajaban en las fábricas y las minas de carbón fueron las que más sufrieron.
Cada día se enfrentaban a largas jornadas, salarios míseros y accidentes incapacitantes.
Las condiciones de vida empeoraron a medida que las fábricas liberaban hollín en el aire y desechos en los ríos. Las ciudades palpitaban con el constante golpeteo de las máquinas y el resplandor de los hornos industriales. Pittsburgh era la capital estadounidense del hierro. Un visitante dijo que era como “si las puertas del infierno se hubieran abierto”. Las reformas tardaron décadas en lograr que los efectos de la Revolución Industrial disminuyeran.