Acabas de bajar del ferri en la Isla Ellis con tu vieja maleta en la mano. ¡Así que esto es Nueva York!
A tu alrededor, el muelle está concurrido: los trabajadores chocan contigo, hablan un idioma que no entiendes. ¿Qué es lo primero que haces? Tal vez te das cuenta de que las calles no están pavimentadas con oro. Bueno, de todas formas nunca creíste que eso fuera cierto. Luego, si tienes suerte, buscas a familiares o amigos que emigraron antes que tú y que te escribieron para animarte a venir a Estados Unidos. O, quizá, en la Isla Ellis compras un boleto de tren al oeste y tienes que buscar la estación de trenes. O tal vez, si no conoces a nadie en Nueva York y tus hijos están cansados, hambrientos y con miedo, buscas un lugar donde vivir.
Uno de cada tres inmigrantes que llegó a la ciudad de Nueva York durante el apogeo de la emigración a fines del siglo XIX y principios del XX se quedó allí. Independientemente de dónde se asentase la gente, lo más importante era encontrar un trabajo y una casa. Veamos cómo era la vida para los nuevos inmigrantes.