Cuando George Washington dejó la presidencia, regresó a Mount Vernon.
Aunque la finca había sido su hogar durante unos 40 años, había pasado muchos años lejos de ella. Martha y él se alegraron de volver.
“El General y yo” le escribió Martha a una amiga “nos sentíamos como niños recién liberados de la escuela”.
A Washington le gustaba la agricultura. Trabajó mucho para que Mount Vernon funcionara adecuadamente. Al final de su vida, había dividido sus 8.000 acres de tierra en cinco granjas. Cada granja tenía sus propios capataces (supervisores, o personas a cargo), mano de obra de esclavos, ganado, herramientas y edificios. Una mañana nevada de diciembre de 1799, después de supervisar sus granjas, Washington se resfrió. Pronto tuvo mucha fiebre. Murió el 14 de diciembre, a los 67 años. El Congreso había construido una cripta especial para él bajo el capitolio de Estados Unidos, en Washington D.C., pero la cámara sigue vacía hasta la fecha. Esto es porque el primer presidente de la nación quería que lo enterraran en Mount Vernon, y así fue. Tras haber trabajado larga y fielmente por su país, George Washington descansó por fin como un civil.